Hay personas que tienen por cabeza
el alma de una pompa de jabón
y, cuanto más licuada, más pereza
da callarse por darles la razón.
Mediocres con carné de polizones.
Vendedores de motos sin sillín.
Artistas de las elucubraciones.
Cabezas con relleno de adoquín.
A veces ven la luz de una bombilla
si les da por pensar, que ya es extraño,
más no es una idea lo que brilla
sino la lamparilla de su engaño.
Llegan de donde van como a escondidas,
que siempre suele ser otro planeta.
Se ponen a parir y en las heridas
les nace una idiotez con pataleta.
Son transparentes como las cortinas,
como un libro cerrado repulsivo
y tienen menos gracia que una esquina
jugando a ser la curva de un tiovivo.
Creadores de dioses sin iglesia.
Diseñadores de la mala fama.
Cardadores de lana con amnesia
de un rebaño que llora pero mama.
Esos tipos que ríen porque lloran,
que odian lo que quieren sin querer,
son adornos mal hechos que decoran
el futuro imperfecto del ayer.
Y todos tienen nombres y apellidos
que cada cual sabemos de memoria.
Impuesto sin valores añadidos
que pagamos con más pena que gloria.
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