Han pintado los cielos despejados
y han llenado los mares de la luna.
Es noche de azoteas y tejados,
y de multiplicar uno por una.
Hace noche de huir a pierna suelta.
De esperar que te atraque la marea.
De comerse la vida vuelta y vuelta
con guarnición de besos con tarea.
Hace una noche de no pensar en nada
y dar una calada contra el viento.
De que los que nos dan; gracias -de nada-,
no ocupen ni un minuto nuestro tiempo.
Hace noche de ser chispa de hoguera.
Brújula sin los puntos cardinales,
o un fantasma detrás de la nevera
soñando con probarse delantales.
Es noche de que el mundo, sin bajarnos,
se pare para darnos un respiro.
Qué buena noche para acurrucarnos
y conversar ombligo con ombligo.
Hace noche de luces de colores
que imiten el rubor de las farolas.
De encontrar la estación de los amores
y no perder el tren a todas horas.
Es noche de hacer juegos malabares
con las contradicciones del destino.
De dejarse llegar a los lugares
que siempre quedan por otro camino.
Hace noche de darse a la deriva.
De beberse de un trago la semana.
De regalarle un traje de saliva
al sobre en el que reza: hasta mañana.
Hace noche de música en las penas.
De olvidar el invierno del otoño.
De que las aguas vuelvan a sus venas.
De lo que tú quieras hacer ¡Qué coño!
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