martes, 4 de marzo de 2014

Monólogos de Carlos Alsina: Medio mundo con la vista puesta en la Moncloa

4 Marzo 2014

Les voy a decir una cosa.

El mundo contenía el aliento ante lo que pudiera suceder esta tarde en Madrid. Ciudad mundialmente conocida por el relaxing cup of coffee -bendita sea su alcaldesa-, las cancillerías europeas confiaban en que se le contagiara hoy el relaxing al ministro ruso Lavrov, en que se obrara el milagro de que el efecto Madrid desactivara la crisis política y militar que amenaza el futuro de Ucrania, introducida ya la cuña rusa en Crimea. Medio mundo con la vista puesta en la Moncloa.

Si alguien puede resolver esta crisis mundial es Rajoy, pensaban para sí Martínez Castro y Moragas, si ha logrado doblar el cabo de Hornos no se le va resistir ahora el mar negro.

Serguei Lavrov, este señor que cumple sesenta y cuatro años el día 21, es diplomático desde finales de los setenta y ejerce como ministro de Exteriores de Rusia desde 2004. Inteligente, seductor y habilísimo negociador, dicen quienes le aprecian, más diplomático que político, en la línea de los altos funcionarios soviéticos. Putin le tiene encomendadas las relaciones con los demás gobiernos en el bien entendido de que la política exterior, o sea, las decisiones, la lleva Putin. Es revelador esto que hoy sucedió en Moscú casi a la vez que Lavrov estaba llegando a Madrid.

El corresponsal de la agencia Reuters le había preguntado a Putin por el nuevo gobierno de Ucrania. El presidente ruso, en su respuesta, le dijo al periodista: “estará usted de acuerdo en que lo ocurrido en Kiev fue un asalto armado al poder contrario a la Constitución, ¿no?” El periodista responde: “No sé, yo vivo en Moscú”. Y entonces Putin le dice: “Sería usted un gran diplomático, porque la lengua le sirve al diplomático para esconder sus pensamientos”. En esto consiste la labor del diplomático, en opinión de Putin: ocultar sus verdaderos pensamientos con un discurso escapista y descomprometido. El jefe de sus diplomáticos, Lavrov, ha echado el día en Madrid viéndose con Catherine Ashton, con Rajoy y con el Rey. Todo cáscara, porque los pensamientos del gobierno ruso respecto del futuro de Ucrania son los que tuvo a bien expresar, huyendo de toda diplomacia, el jefe de Lavrov, este zar de nuestro tiempo, jefe supremo de Rusia desde hace catorce años, que se llama Vladimir Putin.

Al que se pudo ver esta mañana todo él “relaxing” en conferencia de prensa durante una hora y con esa media sonrisa de autosuficiencia que se le dibuja en el rostro cuando le hacen preguntas inteligentes para las que él cree tener respuestas aún más inteligentes. El Putin al que se vio esta mañana dista mucho de ser un dirigente acorralado por la presión internacional y abrumado por la responsabilidad de desencadenar una guerra en Ucrania. El Putin al que se vio hoy es un zorro curtido ya en unas cuantas de éstas que se siente ganador del pulso, que presume de no haber disparado un solo tiro en Crimea y que deja el tablero redibujado para ejercer su papel de gendarme de cuanto vaya sucediendo, a partir de ahora, en Ucrania.

Nuevo tablero de hechos consumados con Crimea bajo control ruso y un gobierno ucraniano en Kiev al que Rusia no reconoce y que acredita ya serias dificultades para mantener el país en orden. No pretendo quedarme con Ucrania, ha venido a decir hoy el ruso, sólo quiero que en Kiev tengan presente que en esta crisis el primo de zumosol es Rusia; Europa y Estados Unidos sólo son primos lejanos.

Entre las armas de persuasión que nadie discute a Putin está el saber sonreír mientras te clava la mirada para dejarte helado. Cuando eso no le basta para dejar claro que el poder es él, se le levanta el dedo índice de la mano derecha, extiende el brazo y sube el volumen de su voz. Hoy lo hizo cuando explicó que no tiene intención de invadir Ucrania ni de incorporar Crimea a la Federación rusa, pero (aquí apareció míster Hyde) “que no se le ocurra al ejército ucraniano disparar contra un solo ciudadano, porque eso no lo voy a consentir”.

El gendarme se presenta como garante de los derechos de los ucranianos, entiéndase de los ucranianos prorrusos o rusoparlantes, por ejemplo, la mayoría de quienes viven en Crimea o en los territorios del este del país. Ésta es la visión de la jugada del presidente ruso: Yanukovich sigue siendo el único presidente de Ucrania, no porque vaya a pactar ya nada con él (le da por desahuciado, no le perdona Putin, lo dijimos ayer, que saliera de Kiev por piernas), sino porque no considera interlocutores a los nuevos gobernantes ucranianos; han de celebrarse nuevas elecciones con garantías de que los derechos de los prorrusos serán respetados (es Putin quien se reserva la competencia de avalar o no esa limpieza y de actuar, claro, en consecuencia); quién gane esas elecciones no es cosa suya, dice, pero si una región, por ejemplo Crimea, vota a favor de aumentar su autonomía (antesala de proclamar su independencia) eso también debe ser respetado por Kiev: Rusia se encarga de que la voluntad de los crimeos se respete. Putin sostiene que no tiene en mente la incorporación de Crimea a la Federación Rusa, pero debe entenderse que no le conviene tenerlo en mente aún, esperará a que la propia Crimea se pronuncie en ese sentido.

Porque, no lo olvidemos, Rusia en todo este asunto sólo quiere dar tranquilidad, acompañar, a los ucranianos que están espantados con el golpe de Estado que se ha producido (relato del Kremlim) y garantizar que cese la persecución y la discriminación de los prorrusos (que en el relato del Kremlim ya se está produciendo).

La hoja de ruta que ha descrito Putin en su conferencia de prensa de esta mañana -que fue una rueda de prensa de verdad, con medios internacionales preguntando y repreguntando durante una hora y con actitud crítica- da por hecho que este nuevo tablero, consecuencia de la intervención militar que ya se ha producido, no tiene marcha atrás. Y da por sobrentendido que el gobierno ucraniano de Yatseniuk, para Putin, no pinta nada.

El mensaje es para la Unión Europea y Estados Unidos: acepten que la situación es ésta y que Ucrania forma parte de la historia y la cultura rusa. Y no me vengan con el cuento de que no se puede intervenir en otro país porque ustedes también lo han hecho cuando han visto sus intereses comprometidos. Si Obama, y Merkel, y Cameron, y Rajoy, estaban esperando una respuesta pública de Putin a las advertencias, reprobaciones y emplazamientos que le vienen haciendo, hoy la han tenido. “Si hay sanciones todos saldrán perdiendo”, ha dicho el ruso, “y si no quieren venir al G-8 que se va a celebrar en Sochi, que no vengan”. No sé cómo se dice “me resbala” en ruso, pero es eso. Ahora les toca a ellos, Obama, Merkel, Cameron...Rajoy ver por dónde sigue este cruce de desafíos tan crudo y tan desinhibido. Es como un Sálvame de altos vuelos. Con disparos empezando a escucharse en Crimea.

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