Les voy a decir una cosa.
En la industria musical lo llaman one hit wonder, artistas o grupos de los que sólo se recuerda una canción. En los ochenta fue un tiro el “Live is life” de Opus (¿te acuerdas de aquel grupo austriaco?).
One hit wonder. La cantaron mil veces pero no hubo más. “Don’t worry, be happy”. Quién no ha escuchado la canción de Bobby McFerrin, ésta canción, porque el resto... María Jesús y su acordeón. ¿Qué te viene a la cabeza? “Pajaritos”. ¿Algo más? Sí, “Pajaritos”. Cuando acabes de nacer / tu colita has de mover / chu chu chu chu.
Artistas que se volcaron tanto en cantar el mismo tema, que se cargaron el resto del repertorio. Hay jueces one hit y hay políticos one hit. Seiscientos fans incondicionales asistieron esta mañana al concierto de one hit Rajoy, intérprete abonado al monocultivo discursivo. No escucharon los integrantes de la Junta Directiva del PP una sola estrofa que no les sonara a conocida porque no se molestó el presidente ni en incorporar a su canción de siempre algún arreglo nuevo. La canción se llama “Lo estamos haciendo bien” y en su primera estrofa dice “no os preocupéis si los votantes aún no lo perciben o en los medios de comunicación nos llueven las críticas”.
Lo importante es hacer lo que hay que hacer y eso es lo que el gobierno está haciendo. Por el interés general, por el bien de todos, aunque nos cueste votos, etcétera. Gobernar es una tarea verdaderamente ingrata y tan dura y exigente que por eso estamos gobernando nosotros. Dices: hombre, era un discurso para dar moral a la tropa, como Eisenhower a los paracaidistas el día de la invasión de Normandía, qué les va a decir, salvo que esta guerra la están ganando. Las reformas nos están saliendo bien, el año que viene creceremos.
El problema es que todo esto que les ha dicho hoy no es muy distinto de lo que les dijo la última vez, hace ya meses. Y de entonces a hoy los únicos dos cambios relevantes que se han producido son que la financiación exterior ha dejado de ser una montaña rusa (aunque sigue cara y tenemos que devolver el crédito que hubo que pedir para sanear algunos bancos) y que a los gobiernos autonómicos les han puesto las pilas: están más claras sus cuentas y les obligan a afinar con sus criterios de gasto. Con todo la recesión sigue extendiéndose, el PIB sigue menguando, la tasa de paro sigue disparada. Y los impuestos han seguido subiendo.
El presidente está a punto de batir el record de veces que alguien ha entonado el estribillo “las cosas empiezan a ir bien, pero ustedes aún no lo notan”. Ese récord hasta ahora lo tiene Elena Salgado, seguida de María Teresa Fernández de la Vega -”lo peor ya ha pasado”, lo dijeron por primera vez hace cuatro años-. Pero el presidente, al ritmo que lleva, se pone en cabeza en dos patadas. “Esto empieza a ir bien, aunque ustedes no lo noten, ciudadanos”. ¿Y por qué no lo notan? Porque no miran todos los días la balanza de pagos, como hace el gobierno.
Ustedes leen los diarios, escuchan la radio, hablan con sus amigos, y por eso no perciben las cosas buenas que ya están pasando. Si cogieran las tablas de excel de las importaciones y exportaciones, por ejemplo, se darían cuenta de que, atención, exportamos más a la Unión Europea de lo que importamos. ¿Ven como ya estamos saliendo de la crisis? Dices: a lo mejor es que importamos muy poco porque apenas hay consumo ni actividad económica. Ya estamos queriendo ver el vaso medio vacío.
Cuando uno gobierna y las medidas las decide él, no debes extrañarte de que lo vea siempre medio lleno. Hoy Rajoy garantizó -ojo al verbo, garantizó- que en 2014 la economía crecerá “con claridad”. Lo afirmo, dijo el presidente del gobierno como si estuviera ofreciendo una información, un dato, en lugar de lo que verdaderamente es: una estimación, un pronóstico entre el acto de fe y el deseo. Dónde quedó aquello que siempre decía Luis de Guindos: las previsiones son previsiones, unas veces se cumplen y otras no. Pues eso.
Con la misma convicción con que se afirma ahora que en 2014 creceremos se afirmaba hasta hace dos semanas que serán en el tercer trimestre de este año cuando eso mismo empezara ya a producirse. Íbamos a dejar atrás la recesión con el final del verano, como el Dúo Dinámico. Ahora está al caer la rectificación de esas estimaciones porque la realidad es que la economía no remonta. Dios quiera que la próxima vez que se reúna la Junta Directiva del PP para escuchar el one hit de su presidente no tenga que cambiar 2014 por 2015 para afirmar, asegurar, garantizar, que será el año siguiente cuando el cielo se abra. El año que viene en Jerusalén.
En el mundo judicial también existen los one hit wonder. Jueces que han instruido a lo largo de su carrera casi tantos casos como Garzón -y que incluso han cerrado las investigaciones que iniciaban- pero que pasan a la historia por un único caso. Se convierten así, y para siempre, en el juez del caso tal. Marino Barbero quedó para la historia como el juez del caso Filesa.
Bérmúdez siempre será el juez que juzgó el 11-M, igual le hubiera gustado ser el juez del caso Bárcenas, pero ahí le ha comido la merienda Ruz. Mercedes Alaya es la juez de los EREs y José Castro, que durante un tiempo pareció que pasaría a la historia como el juez del caso Matas, queda ya convertido en el juez del caso Urdangarín, o a partir de hoy, el juez que imputó a una infanta. Esto ya no se lo quita nadie a este magistrado: ha sido el primero en la historia en citar en su juzgado como imputada a una hija de rey. Los noos cada vez son más.
Este pozo sin fondo que han resultado ser los correos electrónicos de Diego Torres siguen dando de comer al sumario. En la última tacada, hay mensajes que Urdangarín le envía a su señora para consultarle decisiones sobre Noos, la empresa que dirigían él mismo y el socio previsor con su arsenal de correos. Si caigo yo, cae la familia real conmigo, es el mensaje que Torres hacía llegar a Urdangarín y compañía en la convicción de que, antes de permitir que una investigación judicial salpicara a la corona alguien movería hilos por arriba para enterrarla. Se equivocó la paloma, se equivocaba. O nadie movió esos hilos, o el movimiento no alcanzó a modificar los criterios con los que trabaja el juez Castro.
Ahora Diego Torres, resignado a que la causa sigue adelante, trata de rentabilizar la condición de colaborador de la justicia. Legítimamente, porque si aporta elementos que prueben actuaciones delictivas de otras personas, incluida una infanta, estará contribuyendo, en efecto, a que se haga justicia, por muy interesadamente que él lo haga.
Como todos sabemos, quien habrá de establecer si hubo delitos en Noos, quién y cómo los cometió y qué castigo, en su caso, merecen es el tribunal que, en su día, juzgue el caso. Al juez que investiga le corresponde relatar lo que, bajo su criterio, son los hechos y sus responsables, la suya es una primera valoración de los indicios y las pruebas que no presupone cuál acabará siendo el desenlace, pero que tiene gran relevancia porque sus decisiones tiene que argumentarlas y pueden ser recurridas por cualquier de las partes, fiscalía incluida.
Cuando se trata de imputar a nuevos sospechosos, los jueces instructores suelen contar con, y hacer suyo, el criterio del fiscal. Si el fiscal coincide en que hay razones para la imputación, adelante. Si el fiscal no lo ve, es menos usual que el juez lo haga. Pero la decisión le corresponde a él. La fiscalía, hoy, no veía motivos suficientes para imputar a la infanta; bueno, el juez sí los ve y la imputa. Él mismo se encarga de explicar en el auto que la imputación no presupone tampoco que, una vez interrogada la infanta, se mantenga esa situación. Digamos que se extiende el juez en explicar que no está condenando a la hija del rey, sólo convocándola para conocer su versión sobre el grado de participación real que tuvo en los negocios de Noos. Su actividad real, la de ella, ésta es la clave.
Que la infanta estuviera al tanto de las actividades de su marido no está en duda, no sólo viven juntos, es que son copropietarios al 50 % de la empresa Aizoon. La cuestión no es qué le contaba Urdangarín o qué le dejaba de contar, sino qué hizo ella, sus actos, sus decisiones, sus hechos. Si además de prestar su nombre para dar empaque a la junta directiva, ejerció ella misma el tráfico de influencias; si en los negocios con las administraciones públicas de los que se lucró Noos participó ella en algún grado y si, como copropietaria de Aizoon, manejaba y se beneficiaba de los fondos que esa empresa ingresaba.
El advenimiento de los datos nuevos, lo llama el juez Castro. Que deja ver en el auto de hoy que ha dejado esta imputación, probablemente la última del caso, para el final. Queriendo armarse de razones jurídicas para proceder a realizarla (viene a decir que es que no le queda otra que hacerlo) y ofreciendo, como principal y último argumento, que no interrogar como imputada a Cristina de Borbón habría dejado incompleta la investigación y abonada la duda sobre si todos somos realmente iguales ante la justicia.
Qué habría dicho Radio Patio. El día 27, la infanta en el juzgado. Sin marido, pero con abogado.
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