Al final, sin quererlo, no podremos
fiarnos de don nadie o doña nada,
ni distinguir peligro de veneno,
ni saber rebuscar en las miradas.
En esta sociedad que padecemos
hay gente con el alma de manzana,
podrida por gusanos que sabemos
tienen la soga al cuello desatada.
Y los tiempos avanzan sin nosotros,
nos van dejando atrás a duras penas
y no hay manera de enfocar la foto.
La maldad es la luz de una escalera
por la que ruedan corazones rotos
mientras en un rincón la vida espera.
La realidad son muchas realidades
que sangran a la vuelta de otras lunas
y esperan que recorran sus portales
los que con agua fría se perfuman.
Igual suele pasar con las verdades,
aquí cada mentira tiene una,
salvo que, en este caso, no nos vale
más que la que nos saque de la duda.
Demasiadas contadas excepciones
esperan que una regla nos confirme
que hay alguien trabajando en sus opciones,
que los que mandan pisan tierra firme
y están pendientes de sus oraciones
y no han perdido el norte de a quien sirven.
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